
@abrilpenaabreu
Durante años, la frontera ha sido una herida abierta en el cuerpo del desarrollo dominicano. No importa cuántos discursos patrióticos se pronuncien o cuántas visitas relámpago se hagan desde la capital: la realidad no cambia. Nuestras provincias fronterizas siguen marcadas por el abandono, el éxodo y la precariedad.
Por eso, la reciente propuesta de ley que otorga incentivos financieros, educativos y de vivienda a los médicos especialistas que decidan ejercer en esas zonas, es una decisión correcta y necesaria. Reconoce al fin algo elemental: que no se puede pedir presencia profesional en territorios donde las condiciones de vida son peores que en el resto del país.
La medida establece un conjunto de beneficios concretos:
Salario doble, bonificaciones anuales y exoneraciones fiscales para quienes trabajen en la frontera. Becas para especialización, acceso a programas de investigación y reducción de costos en certificaciones. Subsidio de vivienda y reembolso de gastos de mudanza.
Es una propuesta sensata. Porque, seamos claros: el que estudia medicina no quiere retroceder socialmente. Quiere superación, calidad de vida, oportunidades. En un país donde ejercer en la frontera implica alejarse de la familia, tener menos acceso a servicios y renunciar a las redes profesionales de las ciudades, ningún salario, por bueno que sea, será suficiente si no viene acompañado de condiciones reales para quedarse.
Pero aquí viene el punto crucial: no basta con los incentivos económicos. Para que esta política funcione, se necesita una visión mucho más integral del territorio.
Primero, la infraestructura de salud en la frontera sigue siendo limitada o inexistente. De poco sirve llevar médicos si no hay hospitales bien equipados, insumos, laboratorios ni personal de apoyo. Un especialista frustrado por la falta de condiciones mínimas se irá antes de lo previsto.
Segundo, los médicos tienen familia, hijos, aspiraciones más allá del salario. ¿Dónde vivirán? ¿En qué escuelas estudiarán sus hijos? ¿Tendrán acceso a transporte seguro, agua potable, internet, espacios de recreación? No estamos hablando de lujos, sino de condiciones básicas de vida.
Tercero, hay que sembrar raíces desde adentro. Si queremos sostenibilidad, hay que apostar a formar jóvenes de las zonas fronterizas en carreras médicas, con becas que garanticen su regreso. Esos son los que realmente tienen posibilidades de quedarse, porque tienen vínculos afectivos con su comunidad.
En resumen: la iniciativa va en el camino correcto, pero no debe verse como la solución definitiva. Es el primer paso de una política de Estado más ambiciosa: la de reconocer a la frontera como parte esencial del país, no como el último rincón al que mirar e incluso se podría ir más allá y ser más abarcadora, hay otras provincias que el éxodo de habitantes y la escases de personal es aún mayor por poner un ej Hato Mayor, los incentivos deberían ser para todas aquellas donde esté presente el problema. Y tal vez escalonar por distancia los beneficios.
No se trata solo de pagarles más a los médicos. Se trata de construir un país donde vivir en la frontera no sea sinónimo de sacrificio, sino también de oportunidad.