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Santiago Matías, «Alofoke»: ¿Realidad o fenómeno efímero?        

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Por Jorge Lendeborg


Hace unos días, durante una entrevista con mi amigo Carlos Gabriel García, mencioné que Santiago Matías, mejor conocidocomo «Alofoke», podría ser un «maldito lío» en las próximaselecciones.

La reacción fue inmediata: mensajes, llamadas y debates en redes sociales. Pero lo que parecía una simple hipótesis se convirtió en un fenómeno cuando el propioSantiago Matías publicó una carta abierta exigiendo a las principales encuestadoras del país que incluyeran su nombreen sus mediciones. Su argumento es claro: si la políticadominicana está en manos del pueblo, que sea el pueblo quiendecida.

Para responder a esta pregunta, primero debemos entender la nueva realidad del voto. Ya no se trata de estructuraspartidarias monolíticas ni de lealtades doctrinarias.

Según estudios recientes, el 72% de los votantes dominicanos no tiene afinidad política alguna, y el «Ninguno» es hoy el partidocon más adeptos. En este contexto, el voto no es un bloquehomogéneo, sino un universo segmentado por género, edad, clase social, ubicación geográfica y microintereses.

Dentro de estos segmentos, hay uno en que no se puedeignorar: los jóvenes de 16 a 24 años, principalmente de clasebaja y predominantemente hombres. Este nicho es un territorioen el que Santiago Matías no solo tiene presencia, sino dominioabsoluto. Su nivel de reconocimiento y simpatía dentro de estesegmento es superior al de cualquier otro precandidatopresidencial. Más que David Collado y más que Omar Fernández, quienes, si bien gozan de cierto respaldo, no tienenel arraigo en el micro nicho urbano como lo tiene Alofoke.

Simpatía no es intención de voto… pero tampoco es irrelevante: Algunos han intentado desacreditar la posibilidadde una candidatura de Santiago Matías argumentando que la simpatía no equivale a intención de voto. Y es cierto: medirintención de votos a tres años de unas elecciones es, en elmejor de los casos, un ejercicio especulativo. Pero si la métrica evaluativa para otros es la simpatía, entonces lo justo es medirlo con la misma vara.

Ahora bien, transformar la simpatía en intención de voto y luego en una estructura capaz de movilizar sufragios el día de las elecciones, es otro tema. Aquí radica el gran reto de Santiago Matías: ¿Puede traducir su enorme base de seguidores envotos efectivos?, ¿Puede construir una estructura políticafuncional?, ¿Puede obtener los recursos económicosnecesarios para competir en una contienda nacional?.

Lo que sí es innegable es que, si las encuestadoras lo incluyenen sus mediciones y el análisis se hace con transparencia, Santiago Matías superará con facilidad el umbral del 10% ensimpatía dentro de su nicho.

En política, no hay sorpresas, sino sorprendidos. Y si alguiencree que Alofoke es solo un espejismo mediático sin peso electoral, quizás esté subestimando la capacidad de un fenómeno que ha sabido capitalizar la transformación del consumo de información y el desencanto con la políticatradicional.

Lo cierto es que yo no seré uno de lossorprendidos.


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