
Día del Maestro en República Dominicana: entre la vocación, el abandono y la sobrecarga
@abrilpenaabreu
Cada 30 de junio, en República Dominicana se celebra el Día del Maestro. Y como cada año, las redes sociales se llenan de mensajes emotivos, fotos de aulas vacías y frases sobre la importancia de educar. Pero más allá del simbolismo, ser maestro hoy en este país es vivir en una contradicción constante: se les exige todo, pero se les da poco.
Actualmente, más de 110,000 docentes forman parte del sistema público nacional. La mayoría son mujeres, muchas de ellas cabeza de hogar, y casi todas enfrentan un día a día marcado por la precariedad, el desgaste emocional y la desvalorización social. Aunque los sueldos han mejorado en los últimos años —rondando los RD$55,000 para jornada extendida—, estos siguen siendo insuficientes para cubrir el costo real de una vida digna, especialmente en las zonas urbanas donde todo cuesta más y el respeto cuesta aún más caro.
Pero el salario no es el único problema. ¿Cómo puede hablarse de calidad educativa en aulas con 50 o 60 estudiantes, sin aire, sin recursos, y con baños que no funcionan? ¿Cómo puede pedirse excelencia cuando no hay asistentes, cuando el maestro debe hacer también de psicólogo, orientador y a veces hasta portero? ¿Cómo evaluar el desempeño si el sistema sigue premiando más la afiliación sindical o política que el mérito real?
Sí, es cierto: muchos maestros no tienen verdadera vocación. Algunos ni siquiera cuentan con la preparación necesaria. Pero eso también es culpa de un sistema que históricamente permitió el acceso a las Escuelas de Formación Docente sin los filtros adecuados. Y más aún, de un sistema que abandonó a los docentes en su formación continua, ofreciéndoles diplomados o maestrías que no se traducen en ascensos ni incentivos, que muchas veces se quedan en el papel, mientras en la práctica siguen siendo tratados como simples “llenadores de formularios”.
La Asociación Dominicana de Profesores (ADP), que debería ser una aliada de la mejora, ha sido a veces más parte del problema que de la solución. Porque proteger derechos no puede significar bloquear evaluaciones, ni permitir que se mantengan en las aulas docentes que no cumplen con los estándares mínimos.
Ser maestro en República Dominicana hoy es enfrentarse a una profunda contradicción: se les exige que cambien el país, pero no se les da ni la autoridad, ni el respaldo, ni las condiciones para hacerlo. Y mientras tanto, el prestigio de la carrera docente sigue cayendo, y las nuevas generaciones se alejan de ella porque ya no se ve como un ascenso social sino como un sacrificio sin recompensa.
En el Día del Maestro no bastan las flores ni los discursos. Hace falta una política educativa que reconozca la centralidad del docente con hechos, no con eslóganes. Que premie el mérito, que forme con calidad, que establezca una carrera docente real y que no los deje solos ante aulas desbordadas, autoridades sordas y una sociedad que exige pero no acompaña.
Porque un país que no cuida a quienes educan a sus hijos, está destinado al estancamiento.