Turistas de estado II

Por pregoadmin

Por Dr. Víctor Garrido Peralta


Es el propósito de esta segunda entrega de Turistas de Estado, evidenciar la mancha en nuestros valores y en nuestra historia que representa la mala práctica empleada por décadas en el Ministerio de Relaciones Exteriores, donde el incrementar la nómina es la costumbre y su pésimo desempeño la norma.

El Estado de una nación, desarrollada o no, debe evitar —particularmente en la presente coyuntura internacional— tener un servicio exterior que sea utilizado de botín de campaña proselitista.

La implementación de una diplomacia de Estado cotidiana tiene que sustituir la de carácter reactivo. Esa que pasados gobiernos han utilizado al surgir una crisis, o cuando existe la necesidad de alcanzar un logro inmediato, improvisando en poco tiempo lo que debieron realizar cotidianamente nuestros representantes permanentes, a quienes llamamos Turistas de Estado.

Las vergonzosas experiencias de que nuestros delegados no sean acreditados en sus destinos por ser una supernumeraria cantidad, desdice mucho de nuestra nación. Acogernos a un número eficaz es un paso sustancial hacia la restauración de los principios nacionales y una forma efectiva de mostrarle al mundo que somos, de hecho, una sociedad con voluntad de enfrentar una verdad desagradable y que dice: nunca más.

La misión permanente ante la Organización de Naciones Unidas (ONU) a junio de 2020 la conforman 80 empleados. La agencia de noticias británica Reuters, el 17 de mayo de 2014 publicó un trabajo donde manifestaba “un recuento de 77 personas para dicha misión”. En septiembre de 2005 era de 53 diplomáticos. El «Libro Azul» de la ONU de personal acreditado muestra solo 37, lo que nos indica que en la actualidad más de la mitad cobra sin trabajar (43). Consideramos como una afrenta a los muchos servidores públicos que brindan o han brindado un servicio valioso al país, la existencia de ciudadanos inescrupulosos percibiendo un salario sin laborar, además de cometer un delito al que demandamos le termine la impunidad.

En 2009, un cable de la Embajada de EE.UU. en Santo Domingo dado a conocer por el sitio web Wikileaks, comentó sobre “un sistema amplio de clientelismo, mediante el cual decenas de ‘vicecónsules’ no acreditados son nombrados y pagados por el Ministerio de Relaciones Exteriores”.

Encima está la figura del Turista de Estado, que definimos como el funcionario de cancillería que sí esta acreditado ante el gobierno receptor, pero que se dedica a viajar o estudiar sin ser de utilidad alguna para el pueblo dominicano. En consecuencia, es frecuente encontrarnos con catorce comisionados de los cuales solo cuatro asisten regularmente.

El resultado obtenido es perjudicial para los ciudadanos dominicanos, no solo porque aportan unos salarios que pudieran invertirse en salvar vidas en hospitales o en transformar ciudades, sino por las valiosas oportunidades perdidas. Citaremos el ejemplo de la embajada dominicana en la República Popular China. A pesar de haber iniciado relaciones bilaterales —hace ya dos años—, firmado dieciocho memorandos de entendimiento el 2 de noviembre de 2018 y dispuesto doce empleados públicos en dicho destino, aún no hemos logrado implementar los acuerdos por incumplimiento de reglas y otras dilaciones de nuestra parte. Sin embargo, por el obrar de la activa representación del gigante asiático en Quisqueya, el intercambio comercial se ha incrementado en un 41% en una balanza de alto beneficio a la administración asiática, desde donde se han exportado a nuestro país US$2,292 millones, contrastando con US$200 millones que a marzo de 2020 facturamos nosotros (Fuente: OMC).

Otra de las incongruencias que existen en Cancillería es la escasez de embajadas concurrentes, las cuales podrían perfectamente ser utilizadas para aglutinar en un solo lugar geográfico varias delegaciones, logrando de esta forma optimizar los costos y la efectividad de las mismas. Muestras de ello son las tres misiones en Roma, Italia, cuyas funciones pueden desempeñarse en una; las cercanas representaciones de Corea y Japón, así como las de Irán e Israel, entre otras.

En síntesis, la transformación del Ministerio de Relaciones Exteriores la entendemos de máxima prioridad para la República Dominicana. Hacerlo más efectivo con menos personal debe ser el objetivo. Ello requiere nombrar diplomáticos que dispongan de capacidad, ilusión, voluntad y un inquebrantable compromiso con la Patria, de tal forma que se obtengan los resultados programáticos preestablecidos.

Propugnamos más embajadas concurrentes, en las que se desarrolle la diplomacia cotidiana de Estado, no la reactiva de crisis. Reclamamos respeto a la patria por parte de los funcionarios a ser designados, aceptando con orgullo y honor el privilegio de ser escogidos  representantes del soberano pueblo dominicano en el exterior. Abogamos por la concentración de esfuerzos estructurales, técnicos, financieros y humanos para proyectar la imagen que necesitamos y merecemos, por la que todos los ciudadanos de esta noble tierra pagamos. La historia nos juzgará por nuestro compromiso con una sociedad justa gobernada por la ley. No se trata de nosotros mismos, se trata de quiénes éramos, quiénes somos y quiénes aspiramos ser; no se trata de un sujeto en particular, se trata de cómo nos mostraremos ante el mundo.

No se puede eliminar la mancha que por décadas ha permanecido, pero sí podemos decir a nuestra gente y al mundo que somos un pueblo lo suficientemente firme como para sancionar a quienes hacen mal y verdaderamente seguro para aprender de sus errores.

¡Dios bendiga la República Dominicana!


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