Dr. Oscar Caraballo.
A menudo tras intentar extrapolar experiencias de fortalecimiento institucional en mis tertulias ocasionales con amistades de distintos partidos en la República Dominicana sale a colación por parte de ellos una expresión que a mí juicio refleja la miopía y limitación en el potencial alcance de nuestro proyecto nación «sabes que es un país en vía de desarrollo».
Con cierta frustración entiendo que hay cosas que no solo pueden aprenderse en los libros y que al estar inveterada en la propia idiosincrasia cultural es difícil poder desarraigarlas de forma vertiginosa por lo cual les eximo de poder entenderlas en el momento. Al igual que ellos durante años también crecí en la demagogia barata de personalidades de la vida pública, que solventaban problemas de salud bajo la fachada de ayuda social, aunque sé que muchos estaban cargados de buenas intenciones.
Pero esto jamás ha sido óbice para dejar de preguntarme si la solución a la complejidad de una enfermedad debe recaer en la buena voluntad de la figura de un solo individuo. ¿Realmente necesitamos un legislador, una primera dama o un pelotero por cada caso complejo de alto coste en la salud de una persona de escasos recursos? ¿Acaso tiene sentido traer a una persona en una maternidad de forma gratuita para dejarlo morir o menguar su calidad de vida más tarde por carencia de recursos o la falta del beneficio de algún filántropo?
Cómo personal del área de la salud en el Estado español, puedo asegurar que la idea de que un político, figura del entretenimiento o deportista tenga que interceder con sus recursos económicos o influencia para lograr la consumación de intervenciones médicas es quizás de lo más risorio en la mentalidad de un ciudadano.
Aún con todas las debilidades que confiere, los países que asumieron el modelo mixto de sistema público o de Beveridge, dónde la financiación procede de los presupuestos generales del estado y el cual propicia la equidad, universalidad y «gratuidad» encontraron en el mismo una forma noble y más respetuosa de preservar la dignidad de la salud y vida de un individuo.
En el caso de la República Dominicana el grado mixto de colaboración público- privada ha resultado ser poco eficiente, adoptó una postura genuflexa ante las ARS y los intereses particulares de médicos especialistas en el sector privado, agravándose con abundantes lagunas de protección social que desamparan al individuo, exigua acumulación tributaria y con un languideciente poco integrado sistema de atención primaria. Todo ello a menudo produce casos sociales de salud alarmantes que permite que los mismos actores que estuvieron llamados a salvaguardar y crear normativas para evitarlos terminen como los principales beneficiarios, ya que se erigen como salvadores y benefactores.
Hoy en día tras la misma hipocresía social sin banderas políticas de la que soy testigo me viene la inexorable pregunta:
¿El cambio prometido en RD o la nueva forma de hacer política que pregonamos los jóvenes políticos se quedará en vías de desarrollo?