Por Jorge Lendeborg
A pesar del título, este no es un artículo de biología marina. Sin embargo, dado que el término «delfín» ha vuelto a resurgir en el lenguaje político de nuestro país, aprovecho para analizar la historia de estos llamados “delfines” en el panorama político.
En un análisis previo, vimos que ningún presidente de la era moderna ha alcanzado la primera
magistratura simplemente sentado detrás de un escritorio o utilizando la nómina de una institución
como herramienta para ganar la simpatía del electorado. Joaquín Balaguer, Antonio Guzmán,
Salvador Jorge Blanco, Leonel Fernández, Danilo Medina, Hipólito Mejía, y Luis Abinader, todos
lograron la presidencia «fajados» en las calles, enfocados en un objetivo claro.
Hoy, algunos precandidatos del PRM intentan presentarse como el «delfín» del presidente, creyendo
que esta asociación garantiza el triunfo. Sin embargo, la historia nos demuestra que los delfines
políticos rara vez logran nadar en aguas profundas. Siempre hay un tiburón esperando para
devorarlos.
En 1981, el delfín del entonces presidente Antonio Guzmán era su vicepresidente, Jacobo Majluta.
Pero fue derrotado por el senador Salvador Jorge Blanco, quien venía de una derrota previa cuatro
años antes. De manera similar, en las primarias del PRD de noviembre de 1985, el delfín del presidente Jorge Blanco era el doctor José Francisco Peña Gómez, uno de los líderes más influyentes de la historia del país. Sin embargo, nuevamente el delfín cayó, esta vez frente a Jacobo Majluta.
Con el PLD, el ciclo de los delfines tampoco fue diferente. Tras su victoria y un periodo fuera del
poder, Leonel Fernández regresó al Palacio Nacional, y aunque intentó imponer a su vicepresidente
Rafael Alburquerque como su sucesor, este no logró prender. En su lugar, Danilo Medina emergió
como el elegido del partido. Sin embargo, Danilo también intentó imponer a su propio delfín para las
elecciones de 2020, Gonzalo Castillo. A pesar del control absoluto que Medina tenía sobre la
dirigencia del PLD, la elección de Gonzalo como candidato fue cuestionada y acabó siendo la raíz
de la división del partido.
Hoy en día, la palabra «delfín» vuelve a estar en boca de todos en el PRM, donde un precandidato a
la presidencia es señalado como el delfín del presidente Luis Abinader. La historia es clara: no se
gana una elección desde un escritorio, y ser un delfín, ya sea público o encubierto, no garantiza el
triunfo.
En esta era de innovación, donde los mensajes genéricos ya no resuenan, y donde hemos pasado de hablar de segmentos a dirigirnos a micro y nano nichos, se necesita una estrategia acorde a los tiempos. El trabajo debe ser arduo y constante. Publicar un par de videos ligeros o realizar encuentros semanales con la dirigencia no es suficiente. No me sorprendería que este supuesto
“delfín” termine siendo simplemente un “beta” de pecera.