La boda de más de 500 personas celebrada en Punta Cana el día antes de las elecciones en medio ya de la crisis sanitaria, fue una muestra de la total falta de empatía y responsabilidad social de una parte (al menos eso esperamos) de la clase más pudiente de la sociedad dominicana.
La tapa del pomo fue la hora loca que se burlaba de la pandemia y brindaba jeringas de la cura (alcohol) e invitados con mascarillas, en un país ya con escases del preciado utensilio y sintiéndose a salvó sabrá Dios, porque de una pandemia que no respeta raza, color ni condición social y que ha costado la vida a miles de personas y mantiene en jaque a todo el planeta y que está haciendo tambalear la economía mundial, pero oigan: lo gozao’ nadie se los quita.
¿Qué no aquilataron lo dañino de lo que hacían? ¿Qué fue una imprudencia? Totalmente, pero es una muestra de la total falta de conciencia, sabiendo además que habían invitados recién llegados de países con altos niveles de contaminación.
Es más grave, porque siempre se ha temido que los más desposeídos y lo haitianos son los que regarían por todo lo largo y ancho del país la enfermedad, pero resulta que no, los dominicanos con poder adquisitivo para mandar sus hijos al exterior, para celebrar actividades multitudinarias, aquellos que más pueden y se supone que con más educación son aquellos, que llegan y no se aíslan, pasean, fiestean, se reúnen y diseminan cual caballo de Troya el Covid-19.
Que pena y que Dios nos ampare, la paciente 31 en Corea del Sur fue la que destruyó la cuidada estrategia sanitaria de los coreanos, esperemos que la proverbial suerte de los dominicanos nos acompañe en esta ocasión y la imprudencia no nos salga cara.