Honduras y la prensa

Por Redacción Pregonero

El solar que vio nacer a Francisco Morazán arde. Arde entre la ira callejera y la prepotencia de la fuerza que, tras burlar el deseo mayoritario de cambio expresado en el voto popular, con la embestida bruta de las botas, anda cobrándose vidas, vidas de individuos que decidieron salir por las calles de todos a reclamar respeto por una decisión mayoritaria tomada en el marco de unas reglas de juego que, aunque cambiadas sobre la marcha para facilitar una burla constitucional, no impidieron que se expresara.

La sangre corre. Cuerpos sin vida son capturados por cámaras informales. Las redes sociales gritan, en imágenes, las muertes que los medios tradicionales ocultan entre las sordinas de los intereses corporativos, muchas veces transnacionales, que responden a fuerzas ocultas, ya no tan ocultas, que moldean nuestras sociedades hasta convertirlas en conglomerados de borregos que trashuman de acuerdo a los provechos que impongan las estaciones o ciclos económicos desprendidos de la dinámica de sus negocios y afán de dominación.

La apabullante presencia de los medios que responden al interés de las élites económicas nacionales o globales tiene un prisma para contar sus verdades mentirosas sobre los hechos. Para ello hay abundantes técnicas, que van desde colocar un titular que no se corresponda con el cuerpo de la noticia en un acto deliberado acometido bajo la premisa de que la mayoría de la gente se queda en los titulares y se hace un juicio a partir de éstos; hasta la colocación de imágenes  que no tienen relación alguna con lugares o situaciones que se describen en  la información servida.

Lo que acabo de afirmar lo describe, en su libro “Sin palabras” el experimentado periodista británico Mark Thompson, presidente y consejero delegado de The New York Times, quien se desempeñó además como director de BBC, de la siguiente manera: “Spin era el término para describir esto. Era una palabra estadounidense que en un principio se refería a una verdad concreta de manipulación mediática –las proactivas reuniones informativas a micrófono cerrado que organizaban los llamados spin doctors para animar a los periodistas a adoptar  la interpretación que ellos preferían de una declaración política o un suceso-, pero que llegó a asociarse con todo el repertorio de trucos”.

Lo que llevó a Thompson a definir el spin fue un ejemplo gráfico y cruel de manipulación en el que cita a una funcionaria de prensa de una formación política británica que, aprovechando los atentados del 11 de septiembre del 2001 en territorio estadounidense, recomendó a un equipo de prensa del gobierno de Tony Blair  mediante un correo electrónico una joya como esta: “Hoy es muy buen día para sacar a la luz cualquier cosa que queramos enterrar”. Se sepultan escándalos tras cortinas de humo elaboradas para tales fines y se crean otros partiendo de manipulaciones  que persiguen crear percepciones, tal y como se afirma en el libro referido.

En Honduras no pasa nada según la prensa tradicional. Y si pasa, es la acción rebelde de Salvador Nasrala y Manuel Zelaya, dos agitadores que incitan al desorden callejero, que no acatan la sentencia (descarada y desvergonzada) del Tribunal Supremo Electoral. No pasa nada; la sangre y los muertos se diluyen en el discurso del bien portado presidente que llama al diálogo para legitimar un régimen sin sustento jurídico ni respaldo popular. ¡Ay, si fuera en Venezuela!

Por Manolo Pichardo


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