Mucha gente apostó que con la sentencia del Tribunal Superior Electoral, Guido Gómez Mazara había puesto el antepenúltimo clavo en el ataúd de Miguel Vargas Maldonado, presidente del Partido Revolucionario Dominicano, el último vendría con una supuestamente nueva convención que vendría en un hipotético futuro.
Por eso, celebrar batallas es peligroso, porque ganar una no garantiza que se gane la guerra, y Vargas a demostrado que es un hueso duro de roer. A pesar de los avatares que le han tocado se mantiene impertérrito, estoico antes los múltiples ataques que ha sufrido y que lo hacen uno de los políticos más vilipendiados de los últimos tiempos.
Tiene resistencia, no cabe duda, otros se hubiesen retirado de la carrera a raíz de lo acontencido en el 2016 donde el PRD perdió la codiciada casilla número uno para caer en la tercera casilla, luego de una maleada división, pero no fue así, y a juzgar por sus números al frente de la Cancillería, parece que está a punto de salir de la clínica y el entierro si llega, se queda para otro día.
La sentencia emitida ayer por el Tribunal Constitucional le da una bocanada de oxígeno y de tranquilidad al corto plazo al partido blanco. Una nueva oportunidad para volver a ser lo que fueron sin la sombra de la división y los conflictos internos detrás de las espaldas.
El sistema de partidos se los agradecerá y los miles de dominicanos que hicieron del partido del jacho encendido suyo, también.