Por Fausto Montes de Oca
En un reciente pronunciamiento, Diosdado Cabello, uno de los principales líderes del régimen chavista, recurrió al chantaje político para advertir a la República Dominicana sobre las implicaciones de su relación con Venezuela. Sin ningún tipo de vergüenza, Cabello afirmó que aquellos que poseen petróleo son ellos (los venezolanos), insinuando que esto les otorga un poder que les permite actuar con impunidad en la violación de derechos humanos, el arrebato de elecciones y otros abusos de poder.
Esta declaración plantea interrogantes sobre la moralidad del régimen venezolano. Imaginemos por un momento a los países latinoamericanos negando los abusos del trujillismo en la República Dominicana simplemente porque el país caribeño cuenta con caña de azúcar u otros recursos naturales. Al hacer este tipo de comparaciones, Cabello deja al descubierto que su régimen no se sostiene sobre principios éticos, sino que se basa en el chantaje de un recurso natural que, según su lógica, justifica sus acciones autoritarias.
Si la lógica de Cabello prevaleciera, la paz mundial sería una quimera. ¿Qué pasaría si cada clase gobernante en el mundo utilizara los recursos que posee como un medio de chantaje político? Esto no solo normalizaría el robo de elecciones y la violación de derechos humanos, sino que también convertiría a la comunidad internacional en un escenario caótico donde los tiranos se sentirían legitimados para imponer su voluntad sobre los pueblos.
Es importante recordarle al régimen chavista que la moralidad de la izquierda debería estar fundamentada en la ética, no en prácticas fascistas. Cuando Cabello amenaza a la República Dominicana, su retórica se asemeja más al fascismo que al humanismo que alguna vez se asoció con movimientos de izquierda. Este tipo de pensamiento, si fuera adoptado por la mayoría de los líderes mundiales, llevaría a una humanidad sometida a tiranos, donde los pueblos quedarían a merced de los desvaríos de sus gobernantes.
La comunidad internacional debe mantenerse alerta ante tales declaraciones y actitudes, que no solo amenazan la soberanía de naciones como la República Dominicana, sino que también socavan los principios fundamentales de derechos humanos y democracia en la región. La lucha por la libertad y la justicia no puede permitirse ser chantajeada por el petróleo ni por ningún otro recurso.