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El mundo responde a los aranceles de Trump: represalias, negociaciones y un futuro incierto

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Por Abril Peña

En abril de 2025, el comercio global atraviesa una de sus mayores tensiones en décadas. La reelección de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos vino acompañada de una agresiva política arancelaria, cuyo impacto ya se siente en todos los rincones del planeta. Con un arancel base del 10% a casi todas las importaciones y tasas aún más altas —como el 125% a productos chinos o el 25% a bienes mexicanos y canadienses no cubiertos por el T-MEC—, el mundo ha entrado en una etapa de represalias, alianzas estratégicas y ajustes económicos profundos.

El blanco real: China

Aunque varios países han recibido aumentos arancelarios, el foco evidente de la nueva política comercial estadounidense es China, que ha sido señalada por Trump como el mayor rival económico y de seguridad nacional de EE.UU. A diferencia de otras naciones que han optado por represalias parciales o negociaciones cautelosas, China ha desplegado una respuesta integral, estratégica y escalonada.

China: Un Golpe Fuerte, Estratégico y Multicapa

China, el principal blanco de la ofensiva arancelaria estadounidense, ha respondido con contundencia. Impuso aranceles del 125% sobre productos clave como trigo, soya, carbón y pollo. Pero el conflicto va más allá de tarifas: Beijing ha activado un complejo entramado de medidas económicas, tecnológicas y diplomáticas que buscan debilitar la ofensiva de Washington y reposicionar a China como líder del orden mundial emergente.

Entre sus principales acciones:

Restricción de tierras raras: Limitó la exportación de estos minerales críticos, esenciales para semiconductores, baterías y defensa, afectando industrias clave de EE.UU. y sus aliados. Investigaciones antidumping: Lanzó procesos contra productos agrícolas, tecnológicos y manufactureros de EE.UU., fortaleciendo su narrativa de defensa comercial. Alianzas estratégicas en Asia: Reforzó la cooperación con Japón, Corea del Sur y países de la ASEAN para reducir su dependencia de EE.UU. y promover un bloque económico regional autónomo. Subsidios y autosuficiencia: Aumentó el apoyo financiero a sectores estratégicos como inteligencia artificial, autos eléctricos y energía limpia, con el objetivo de blindarse frente a bloqueos comerciales. Nacionalismo económico: Impulsó campañas para reducir el consumo de productos estadounidenses y fortalecer proveedores locales. Desacoplamiento financiero gradual: Ha reducido su dependencia del dólar, promoviendo el yuan digital y acuerdos de comercio en monedas locales.

Estas acciones no solo buscan neutralizar el daño económico inmediato, sino plantear un modelo de resistencia sistémica frente al liderazgo estadounidense. El conflicto ya no es solo comercial: es un pulso por el poder global.

El resto del mundo: entre la represalia y la diplomacia

Mientras tanto, otros países también han reaccionado, aunque con matices:

México: Impuso aranceles espejo y presentó demandas ante la OMC y el T-MEC. Negocia exenciones mientras busca diversificar mercados. Unión Europea: Aprobó represalias por 26,000 millones de euros, pero suspendió su implementación en aras del diálogo. Ha preparado herramientas legales para presionar si EE.UU. incumple. Canadá: Aplicó aranceles por 20,700 millones y prepara una segunda ronda. Ha priorizado la vía legal y busca proteger su industria automotriz. Japón, India, Brasil y Australia: Optan por la contención diplomática y acuerdos regionales. India, en particular, aprovecha para posicionarse como alternativa comercial en tecnología y manufactura.

¿Qué está en juego?

Más que una disputa comercial, este momento marca una reconfiguración del poder económico mundial. La confrontación entre Estados Unidos y China —dos superpotencias con visiones contrapuestas— está empujando al resto del mundo a redefinir alianzas, modelos de producción y estrategias de consumo.

Consecuencias globales:

Inflación: Se prevé un aumento en los precios de alimentos, electrónicos, autos y otros bienes esenciales. Inestabilidad: Organismos como la OMC y el FMI anticipan una caída del comercio mundial de hasta un 1%, con riesgos de recesión. Tensión geopolítica: Las medidas económicas están provocando nuevas fricciones diplomáticas, con impactos colaterales en temas como seguridad, salud y medio ambiente.

Conclusión: el costo lo pagamos todos

Desde la frontera agrícola en México hasta las cadenas tecnológicas en Shanghái o las fábricas automotrices en Detroit, el costo de esta guerra comercial lo paga el ciudadano común. El bolsillo se encoge, la incertidumbre crece y las oportunidades de desarrollo se reconfiguran.

Y aunque algunos países puedan ganar terreno de forma táctica —como India o Vietnam—, el escenario general es de fragmentación, polarización y competencia feroz.

Trump ha activado una bomba comercial con epicentro en Pekín, pero ondas expansivas por todo el planeta.


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