El estilo colonial de la primera diplomacia dominicana

Por pregoadmin

Por Alfredo De la Cruz


El descubrimiento de América convirtió a la isla de Santo Domingo en punto de inicio y centro en la relación entre estas tierras y a la vez en puente de Europa con América. Fue el primer asiento del hombre europeo y del hombre africano en el continente americano. Pero si se quiere, los primeros hechos con visos de internacionalidad que ocurrieron en la isla de Santo Domingo, ya establecida la colonia, fueron las negociaciones de paz (Cordero Michel, 2015) celebradas, con el prestigio de un convenio formal en 1533 entre el cacique Enriquillo como representante de los nativos y Francisco de Barrionuevo representante del rey de España Carlos V.

La conquista y colonización hicieron de la isla (Larrazábal Blanco, 2015) el punto de partida de uno de lo más extraordinario capítulos de la historia. La ciudad de Santo Domingo convertida en capital de la colonia española de la isla de santo Domingo, paso a ser de hecho la capital del imperio colonial español en América. En este tenor fue asiento del primer Almirante, del primer Virrey, y de la Real Audiencia entre otros. Sobre sus calles caminó toda una constelación de conquistadores que se proyectó sobre la vastedad del continente americano, dejando en la isla una fe, un idioma y una ascendencia.

Puede tomarse como punto inicial de las gestiones dominicanas hacia el exterior (Díaz Ordóñez, 1955)  la misión diplomática encomendada a Antonio María Pineda, quien fue comisionado por José Núñez de Cáceres y Albor (político y escritor quien fue el primero en proclamar la independencia, el 1 de diciembre de 1821, de lo que hoy se conoce comoRepública Dominicana) para comunicar a Simón Bolívar los deseos del nuevo Estado de adherirse y ponerse bajo la bandera de la Gran Colombia, empero el Libertador se encontraba ausente de Bogotá en diciembre de 1821 y el flamante diplomático dominicano no recibió la debida atención del vicepresidente de la Gran Colombia el general Francisco de Paula Santander ni del general en jefe José Antonio Páez Herrera.

En aquella ocasión los brazos indefensos de la república de 1821 se tendieron lógicamente hacia el portal abierto por la espada fulmínea de Bolívar. Empero no obtuvo respuesta. Silencio que le costó a los dominicanos veintidós años de dominación haitiana. Y es que el presidente de Haití Jean Pierre Boyer se mantenía enterado del desarrollo de los acontecimientos, ya que su comisionado, el coronel Fremont (Mejía-Ricart, 2015) se encontraba en la ciudad de Santo Domingo. 

El 19 de diciembre de 1821, el coronel Fremont (Díaz Ordóñez, 1955) partió hacia la capital de Haití portando un mensaje de paz de los representantes del nuevo Estado para el presidente Boyer, en cumplimiento del Artículo No. 6 del Acta Constitutiva del 1 de diciembre de 1821. Sin embargo, estos propósitos de convivencia pacífica entre ambos Estados fueron rechazados por el presidente haitiano (Mejía-Ricart, 2015) al manifestar que dos Estados separados e independiente no podían coexistir en la isla.

Estas dos acciones de política exterior son las únicas que realizó la república de 1821 organizada bajo el nombre de Estado Independiente de Haití Español. Se observa en ellas el temor, la debilidad y la soledad con que nacía la primera república. Esto es lo que algunos historiadores han dado en llamar, el estilo colonial de la primera diplomacia, tara congénita de las relaciones exteriores dominicana que se proyectaría por muchas décadas en el camino de la república.


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