Detrás de la cabeza de Rubén Maldonado

Por Redacción Pregonero

El sabio no pretende nada, ni ser bueno, o fuerte, dócil, ni rebelde, tampoco contradictorio… Simplemente, quiere ser, dijo el escritor argentino Jorge Bucay. Algo muy parecido al trabajo eficiente que está llevando a cabo Rubén Maldonado en la Presidencia de la Cámara de Diputados.

No pretende nada que no sea trabajar en beneficio del país, no quiere ser bueno ni el mejor, solo quiere cumplir a cabalidad la ley y la oportunidad que la ha dado sus representantes y el PLD, tampoco aspira ser el más fuerte por ser el presidente de los demás diputados, sabe que es pasajero, dócil para aprender de los demás, ni rebelde con sus colegas, tan solo pide que cumplan la ley… pero su gestión ha comenzado a afectar intereses y gestiones pasadas, muy cuestionada.

A casi 6 meses al frente del hemiciclo legislativo, Maldonado ha cumplido fielmente con la Constitución y el reglamento interno de la Cámara Baja. Ha hecho de sí mismo y de sus colegas la verdadera función de un legislador: representar y fiscalizar.

Su foro legislativo lo ha expandido por todo el país. Es su insignia, su baluarte. Los diputados que no quería escuchar a sus representados y que solo iban en los procesos electorales, Maldonado lo ha sentado de frente, tu a tu, con sus representantes. Ahora, los ciudadanos pueden expresar sus problemas y sugerencia, no solo al diputado que lo representa, también al presidente de la Cámara de Diputados, que en cada encuentro, se compromete buscar una solución a sus reclamos, que al final, es en beneficio de su comunidad.

A pesar de que Rubén Maldonado es de la corriente del ex presidente Leonel Fernández, no ha tenido problema con la tendencia del Presidente Danilo Medina, pero mucho menos con los diputados de los demás partidos políticos. A todos los escucha. Ha eliminado negocios internos ilegales que existían en la Cámara de Diputados y está remodelando el hemiciclo. En tan poco tiempo, lleva una gestión como si llevara años en la posición.

Debe de cuidarse y usar la prudencia

Rubén Maldonado, más que nadie, sabe que están detrás de su cabeza. Quieren meterlo en un escándalo que acabe con su carrera política y su moral. Él lo sabe, por eso debe de dar pasos con cuidado, con mucha prudencia. Tanto por él, como para lo que él representa en este momento políticamente, las aspiraciones presidenciales de Leonel Fernández. Qué difícil no politizar algo, pero nada ocurre por casualidad en esta selva, como diría el ex presidente de la JCE, Roberto Rosario.

Debe tomar las señas

Rubén Maldonado, que de seguro jugó pelota y baloncesto en Villa Mella y Los Guaricanos, debe saber de señas y de jugadas sucias.

La primera seña salió del seno del PLD y sus colegas, que fue la conformación de unos cuantos legisladores de la tendencia del Presidente Danilo Medina con el único objetivo de reelegir a Lucía Medina en la Cámara de Diputados, no lo lograron por el acuerdo que habían arribado Leonel, Danilo y el Comité Político. Maldonado salió a su defensa, pero una rápida asesoría, volvió a la prudencia.

La otra señal, que se conoce públicamente, fue desmeritar su profesionalidad tachándolo como analfabeto. Como si fuera un delito ser Presidente de una rama del primer Poder del Estado viniendo desde muy abajo. Con mucha prudencia, Rubén Maldonado no le hizo caso y todo transcurrió. Ya ni se acuerdan.

La última señal, fue un asalto a mano armada, casi cae en la trampa. Aunque no puede cantar victoria. En los medios salió a relucir un encuentro de él con el hombre del maletín de Odebrecht, el empresario Ángel Rondón, en uno de los restaurantes más cotizado de la capital. Rápidamente, Maldonado aclaró que no había tenido ningún encuentro con Rondón, que simplemente fue una “coincidencia”.

Tacto y prudencia  

En esta ocasión, y apelo a la prudencia de Rubén Maldonado, porque la forma de manejar la situación, no fue profesional y muchos menos prudente. Cometió tres errores en menos de tres minutos. El primer fue permanecer en ese restaurante, sabiendo que Rondón se encontraba ahí. Ni pensar si lo saludó. Debió dar reversa e ir a otro restaurante. Su segundo error, llamarle la atención a los periodista como si él fuera un profesor. Decirnos a los periodistas como hacer nuestro trabajo, no es su tarea. Si el periodismo está desacreditado, su trabajo y lo que él representa como legislador y político, está más desacreditado y, su tercer error, mencionar nombres. ¿Quién le dijo a él que tenía que mencionar nombres?  A Rubén le faltó prudencia, serenidad y tacto a una situación que casi se le escapa de sus manos. ¿Y si aparece una foto de él sentado en la mesa? Todos tenemos el libre albedrío de pensar lo que queremos. Debe entender que no eres un ciudadano común y corriente. Tiene responsabilidades que mucho no la tenemos.

Cuídate Maldonado, que están detrás de tu cabeza.

Por Kelvin Ortiz Faña

@KelvinOrtizF


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