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Canto poético a la mujer, por su dulzura, por su creatividad, por ser dadora de la vida…

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APOSTILLAS | Federico Sánchez –FS Fedor–


Conciencia del conocimiento en la pureza es, y a un tiempo discordante del abandono, del que se aleja si pronto no ha de volver a sus ojos. Y el consuelo la sobrelleva, sobrevalorada, hacia todas las latitudes, en tanto inspira sabiduría.

Ángel guardián que inventa, que perfecciona,construye cunas de oro al aire libre,

y de algodón o madero tiernamente torneado, por ser sensible, por capaz, por inmensa.

Poder que aproxima con más sutiliza que vileza, más rectitud que la soberbia, que amilana y entorpece, y no hay valladar que impida su avance hacia la ternura.Régimen del cariño. Ápice de la pasión y el invento. El mar muerto revivido en sus regazos es. Barca a la mar en su vasta inmensidad. Gran-diosa. Sinergia eficaz para transformar, cambiar la vida. Aliento que prorroga la muerte, que susurra la espera. Espaldarazo a tiempo si se desdice del viento en su caída.

El resurgir de las flores en la primavera, y el vaivén de las olas en la resaca del viento. Canto de sirena en su momento de lucidez, y de llanto, emergido desde cada clima, y su emergencia cae sutil por una gracia natural. Maternal. Solícita. Obsequiosa. Sí, por naturaleza funge ser revolucionaria, en tanto resurge la vida o se desvela la canción. Alquimia de la existencia. Oasis. Alto palmarejo del Este.

Alimento espiritual, el viñedo escanciado. Un empujón que no estropea, o separa el pedregal. Libera a contra corriente el inminente delirio, y no obstante su quejido se inmuta. O alivia. Sustenta su sustancia a la deriva de estragos, y estropicios. O la carga emocional del sufrimiento. Como el horizonte enciende la mirada del asombro.

A semejanza de dioses crea su imagen, y como la luciérnaga, expande su luz divina sobre las cosas y sus alrededores. Ella es mujer de todos los siglos,

el océano mientras amanece en su soledad. Aletea y espumareja sus aguas como blancas gaviotas. Funge ser noche, como luna rielando en cada tempestad, y bajo el fuego es el intenso trajín que no cesa. Y ante un mañana tardío no se amilana. Exagera sus arrojoshacia la búsqueda de un mejor amanecer. A más no poder, intensifica, infla sus melodías maternas, y el verde prado, a pesar de la nublazón,

prende su hojarasca atardecida. Las manecitas blandas del recién nacido se apropian de sus sumisas mejillas, ajadas por el tiempo, y ella, repletos de luz sus ojos, susurra un aliento.

El viento que cunde y desaparece, que eleva los ánimos, que arguye y revolotea en la faz de su falda,en sus ruedos correctivos, que la soliviantan; repito, ese viento que la asume también la sobrevive. El hogar subyugante, en tanto calor rugiente, apetece el vino vertido. Y es inmenso el dolor si ella no derrama rubor en el viñedoy brinda por la salud del pueblo. Un verso la insinúa piel de oliva, como la oveja en su ramal, y su metáfora es una incandescente luz de un sol naciente,

como la simiente en flor, como lo inusual de su trascendencia. El faro luminoso del compañero la inventa en cada abrazo, como el hilo al percal, o las lluvias a las nebulosas, en su avance decisorio que inmiscuye la soledad y el olvido. Y todo amanecer la consagra hacia un penacho en flor.

La rosa de los vientos la invita a soñar, pero en la tierra, y su brújula colombina

descubre todos los afectos del mundo, que nos revelan, que nos proponen solidaridades. El brillo azulino del metal la incorpora como efigie, y el fuego la hincha, la infatúa, la forja, calentando su escultura, o su imagen involutiva, en tanto una cubierta circular o techo redivivo la cubre de improperios y sus malestares, de injurias y sus sinsabores, de ultrajes y la indolencia destemplada.

Asumidos como defensa ofensiva, la luz de luna y los rayos del sol, convertidos en canción de cuna, en árbol y flores, en camas y besos, inventan praderas parduzcas y todos sus amaneceres, y todos los resquicios de la maternidad.

Inventa los espejismos, incinerados al viento, y la fragua que no quema, por su flama silente o aflautada.El candente rojo que arde en su vientre, y el esperma,

animan a restituir las gardenias, las amapolas y el flamboyán, en tanto sus fragancias incoloras invierten el resurgir del mar. En espera de libros, los estantes acordeonados, los que atesoran las mentes y su sabiduría, en un santiamén alimentan las ideas y las traspasan hacia el viento que de ella nos llega. Como luciérnaga de luz, como rayos encendidos, un suspiro maternal en la sala de espera levanta con su voz esperanzas de vida, estampas de la fe, incordios del consuelo, oráculos de la memoria.

Como la cera, que  allana los caminos, que reproduce la primavera, y su circunstancia, o el invierno, y su cándido frío, o como la azucena, así es ella. Como suspiro, en cada aliento de la palabra, que se crece y se fortalece, así es ella. Como dadora de la duda, que incrementa la sapiencia, que aumenta la verdad bien dicha, o tratada, que entreteje los vericuetos de la vida y todas sus imperfecciones, así es ella. Como viñedo, villa de gozo y harturas, abrevadero de la borrachera del amor, en fin, como vorágine que no cesa, ríspida,humanizando las brumas, las estepas solitarias y todo su entorno en torno a cada génesis, voraz, así es ella.

​El autor es periodista, publicista, cronista de cine, catedrático, escritor (poeta, narrador, dramaturgo, ensayista). Se declara Humanista Universal. E-Mail: [email protected]. Face Book: Federico Sánchez. Wasap: 809- 353-7870.


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