Vivir en este país se parece un poco a vivir en Macondo, un pueblo pintoresco donde suceden cosas que sólo en los sueños más extraños y fantasiosos pueden verse.
Desde nombramientos a presos hasta la declaración de un día de regocijo municipal por la liberación de un funcionario acusado de violación a una menor de edad, la defensa por parte de la iglesia a un cura, defensa que luego tuvo que morderse la lengua cuando el mismo fue condenado en su natal Polonia, la liberación la semana pasada de otro cura en La Vega acusado de también de violación o la esposa, que a pesar de haber médicos que certifican la golpiza que recibió por parte de su cónyuge, pero que ella califica como «problemas normales» entre parejas.
Y he allí el problema, somos una cultura que ve las galletas, golpes y maltratos como algo «normal», que ve que un hombre mayor mantenga una chiquilla empezando a la adolescencia y la mayoría de las veces la misma familia se las entrega porque él puede velar por ella y, además sacar a la familia de la extrema pobreza, y lo ven como normal porque esa ha sido la costumbre.
No ha valido de nada los millones de pesos invertidos en campañas educativas, y la muestra es la resolución emitida por el ayuntamiento de Villa, Los Almacigos que con desparpajo felicita al alcalde pedófilo como si fuera una gracia lo que hizo, porque así lo ven, en su atraso cultural, no entienden la gravedad del hecho o no les interesa porque posiblemente tienen el mismo comportamiento.
Este debe ser de los pocos países donde la sociedad no castiga si quiera moralmente a los feminicidas, corruptos, pedófilo, violadores etc., aquí con dinero se lava la honra.
Pan, circo, fiesta y mañana palo…
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