La difamación e injuria

Por Redacción Pregonero

En los años 80s el Dr. Peña Gómez le ganó una demanda a Vincho Castillo donde este lo acusaba de ser haitiano, años más tarde el Ing. Hernani Salazar le ganó otra demanda por difamación e injuria al mismo personaje.

Más cercano, es el caso de la vicepresidente Margarita Cedeño de Fernández que sometió a un comunicador de Santiago por el mismo concepto, o el caso de un caballero de San Cristóbal que publicó unas fotos de una mujer desnuda, y en esta última semana los casos de Hipólito Mejía contra el Senador Wilton Guerrero, y el de Leonardo Faña contra José Ramón Peralta, todos son distintos entre sí, incluso los artículos que los describen son distintos y puede ser catalogados como delitos electrónicos, pero todos tienen algo en común, la facilidad con la que la gente asevera cosas, las grita a los cuatro vientos, las publica en medios de comunicación y redes sociales, con la seguridad de que posiblemente todo quedará ahí, como los muertos de campaña o como el chisme del momento.

La difamación e injuria tienen la capacidad de herir no solo a la víctima si no a toda su familia, de destruir trabajos relaciones, honras y hasta la psiquis de la persona injuriada y la particularidad de que aún llevando a la justicia al culpable y ganando, no se podrá cubrir el daño y recoger lo dicho y, siempre quedará la duda de si fue o no fue verdad, por lo que el daño es permanente.

La libre expresion se ha vuelto libertinaje, una ley con patente de corso que en pos de la «trasparencia» y del derecho a pedir «explicaciones» a figuras públicas camina por sendas grises permitiendo a todo al mundo decir lo que piensa, y sí, pensar lo que se se quiere es un derecho pero decirlo es harina de otro costal.

El no poder penalizar lo empeora porque la gente entiende que con dinero podrá cubrir el daño, y la «paga» llega con años de atraso como en el caso del expresidente Mejía, que tras 6 años de lucha, obtiene ganancia de causa, y de no haber sido por su muy buen ganada reputación, quien sabe si la gente hubiese visto con tan buenos ojos dicha sentencia.

Los casos mencionados son sólo unos cuantos, algunos de los pocos que lograron ser rezarcidos, no siempre es así. Y mientras tanto much@s, cual si fuera diarrea verbal, siguen vertiendo su veneno ante la impotencia de los ofendidos y el circo de una sociedad cada vez más sensacionalista y populista.

Por Abril Peña


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