Pinceladas del presente

Por pregoadmin

Por Juan Cruz Triffolio | Sociólogo – Comunicador Dominicano


Los hechos horripilantes, las informaciones hiperbolizantes y las valoraciones hirientes y descabelladas lucen estar de moda en la patria de Duarte.

Nos han atosigado con los elementos más tóxicos capaces de ser concebidos por la mente humana.

Subsistimos en un submundo cuya gobernanza refleja estar pautada por las escorias y perversidades plasmadas, constantemente, en los perversos, infectados y persistentes contenidos demoledores puestos a circular por las contaminantes y manipuladoras redes sociales.

Su extraordinario poder de persuasión ha malogrado la posibilidad de asimilar que algo positivo aún queda en la sociedad del presente.

Todo indica que lo normal, y por tanto necesario, es permanecer lanzándonos, unos contra otros, las cajas y los cajones, sin previamente valorar las huellas indelebles de sus consecuencias.

La partitura social muestra un marcado interés en resaltar lo peor de nuestra coexistencia en procura de escandalizar, proyectando, insistentemente, la derrotista concepción de que todos somos perversos, corruptos, y siendo así, estamos compelidos a convivir en un conglomerado donde nada positivo es posible encontrar.

Hoy, algunos insisten y persisten en la persecución de aquellos que, en un mañana no lejano, podrían terminar hostigados por sus inquisidores como muestra de una retaliación inmisericorde.

El festival de encarcelamientos con rasgos de complacencia refleja que ha pasado a ser norma frecuente ante la alusión de simples evidencias que no siempre justifican el limitar el sagrado derecho a la libertad.

Te bajan el precio del huevo pero te suben el pollo, mientras los estragos de los apagones mantienen en vilo a una población sometida al pago de una facturación de un servicio ineficiente y costoso.

Retrocedimos a los insoportables tiempos de los arbolitos y de las ensordecedoras y contaminantes plantas generadoras, que además obligan a reutilizar los no menos costosos inversores caseros.

El delicado juego con la sobrevivencia de los más empobrecidos, en tiempo de una mortífera pandemia, generadora de muertes, dolor y una pavorosa crisis económica, ha permitido que  algunos, disfrazados de santurrones, carentes de escrúpulo y solidaridad humana, se hayan desnudado como genuinos despiadados y mercaderes de nuevo cuño.

La delincuencia, el atraco y la criminalidad, muchas veces con el tinte del sicariato, y en ocasiones, previamente signado por la conducta intranquilizante y dolorosa del secuestro, se ha convertido en el pan nuestro de cada día, germinando desgarradores estragos a nivel psicológico y social, sembrando una alarmante y preocupante realidad familiar.

En la constante distorsión de valores que se advierte, descarada  y esencialmente, en los medios audiovisuales del país, se reitera la inaceptable realidad de que la tabla axiológica que debe pautar la convivencia humana es cosa del pasado.

La justificación de lo injustificable es una de las estratagemas del momento entre los autodenominados hacedores de la llamada y manipulada opinión pública nacional que tantos daños ha generado.

La política social estatal refleja haber sufrido la metamorfosis de sustituir su rostro humanitario por la silueta de anquilosados e ineficientes burócratas de sacos y corbatas.

Hablamos de reformas cuando, precisamente, muchos de los considerados reformadores requieren convencer con su accionar cotidiano que, real y efectivamente, merecen  ser considerados como promotores auténticos y novedosos de un modelo innovador, eficiente y transparente.

El ejercicio de la política se ha traducido en un sainete en donde domina el dime y diretes, el empleo de discursos insustanciales y la improvisación olímpica, en procura de saciar con el populismo estruendoso los clamores de una baja gleba morbosa que disfruta la sonoridad de los espectáculos carentes de originalidad y de los circos en decadencia.

Nuestra cúpula dirigencial, en sentido general, hipopapémica conceptual y por tanto, con una visión miope para abordar y transformar medularmente la realidad del presente, proyecta en sus frecuentes exposiciones una pobreza mayúscula propia de la mediocridad y la carencia de creatividad y originalidad.

A pesar de lo hasta aquí expresado, hay que concluir asegurando que no todo está perdido en esta media isla del Caribe merecedora de mejor suerte.

Por eso, como colofón de estas pinceladas, nos atrevemos a asegurar que más temprano que tarde, en medio del oscuro y tenebroso panorama del presente, resaltará con inmensa brillantez la estrella de la nueva esperanza para  vivir a plenitud los encantos genuinos de la existencia humana.

El futuro se acerca… hagamos que sea diferente…!!


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