Por: Pedro René Almonte Mejía
No hablar es perjudicial, hablar mucho es dañino, hablar en el momento indicado y lo justo es lo ideal, pero hablar mentiras es desastroso. Hacerse el simpático en un momento dado, haciendo alarde de grandes dotes de populismo y demagogia, en estos tiempos es muy peligroso, porque como antaño ya no basta con pagar a periodistas sicarios de la verdad o comprar todos los ejemplares de los periódicos de la mañana, ya todo queda en la red y cualquier «Juan de los Palotes» puede poner en entredicho las palabras de algún todopoderoso.
De modo que, decir una cosa en un momento dado puede resultar agradable hacia los demás, temporalmente nos granjearía simpatías que se esfuman al momento de consumar los hechos. No hay nada más negativo para la credibilidad de cualquier individuo, cuando la gente es testigo de cómo lo que hace se lleva de encuentro todo lo que dijo.
En tal sentido, las autoridades están provocando unos sentimientos peligrosos en los ciudadanos dominicanos; algo así como una mezcla entre indignación, risa y desconfianza. A veces pienso que quienes nos gobiernan hoy, no entendieron que una parte de la población les dió la oportunidad de “subir” al poder, porque contemplaban en ellos la “última” esperanza del sistema; sin embargo, en los hechos han demostrado ser menos de lo mismo.
Por lo tanto , no era necesario decir tantas cosas, que finalmente sirvieron para que los usuarios de las redes sociales, diseñaran memes burlándose una y otra vez de todo lo que se dijo en el pasado reciente, y de cómo la realidad de manejar el Estado les ha hecho continuar con el mismo modo de operación anterior . ¿Acaso era necesario decir que usted tenía la manera de desmontar la fórmula de los combustibles para que los dominicanos paguen menos impuestos? ; ¿Era necesario decir que los viernes se hacía una reforma fiscal encubierta? ; ¿Era necesario decir que una reforma fiscal se estaba gestando por la desorganización del gasto? Sin embargo hoy, una reforma fiscal es su mayor necesidad…
Todos fueron desaciertos mediáticos que los hechos convirtieron en mentiras.