Descifrando el pensamiento de Trump

Por pregoadmin

Por Alfredo De la Cruz


Para comprender a Donald Trump es necesario tratar de entender que ocurre dentro de su cabeza, en la cual se mueven varias líneas de pensamientos. En una de estas líneas, él ve a la élite política conformada por los políticos tradicionales demócratas y republicanos y los académicos, que se han aprovechado de los estadounidenses creando normas que le favorecen y benefician a ellos. Sin embargo, él no se considera parte de esa élite y representa a aquellos que no lo son, quienes le dieron un mandato para devolver el poder a sus dueños legítimos. No es un discurso, él lo cree así.

Entonces, como el país que le han entregado es poco menos que un desastre, sin orden o control fronterizo, lleno de peligros e incertidumbres, del que todos adentro y afuera se estaban aprovechando, el pasará a la historia porque logrará hacer grande otra vez a Estados Unidos, y lo conseguirá colocando los intereses nacionales primero, ya que un líder debe velar por su país y el trabajo de él, es ése.

Esa desconexión, es la que ha llevado a las elites a negociar tan malos acuerdos, permitiendo en asuntos como la migración, políticas débiles, olvidando a las personas que votan por ellos. Por eso, de Estados Unidos todos han abusado en el pasado y él tiene que presionar hasta donde sea necesario para hacerlos más favorables a Washington, lo que es visible en acuerdos comerciales como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que el renegocio por el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) porque para él, el anterior era muy redituable para las contrapartes y muy perjudicial a Washington.

Estados Unidos es la nación con el ejército más fuerte, con las mejores armas nucleares, con una economía sólida en crecimiento, autosuficiente en petróleo, y no tiene por qué cuidar asuntos multilaterales, globales o de otros países que solo se benefician de Washington sin retribuirle beneficios. Entonces en pactos de seguridad como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Estados Unidos tiene todo el poder para presionar hasta que cedan ante lo que él cree un compromiso mas justo.

Para Trump la proyección geopolítica de Estados Unidos como superpotencia es importante, solo si Washington gana cosas tangibles y concretas, lo que coloca las relaciones internacionales como transacciones. Esto se evidencia en las relaciones con sus aliados: México, Unión Europea, o con China e India. También en las negociaciones con Corea del Norte sobre su programa nuclear y su proyecto de misiles.   

En otra línea de pensamiento, el presidente Trump busca hacer la diferencia con los presidentes: William Jefferson Clinton, George Walker Bush y Barack Hussein Obama. Por eso cree que Estados Unidos no debe involucrarse en conflictos ajenos y prolongados o en intervenciones militares que puedan salirse de control, como sucedió en Irak y Afganistán, en los gobiernos de Bush, o mostrarse indeciso, como en los casos de la Junta militar haitiana y la guerra civil en Bosnia en los gobiernos de Clinton; o débil, como en Corea del Norte, Irán y Siria en los gobiernos de Obama. Es la razón por la que coloca limite a sus amenazas.

En ese sentido, sus ataques militares deben ser contundentes pero limitados a un retiro rápido. Estableciendo una diferenciación con los anteriores presidentes mencionados que han sido poco eficaces en esa materia. Sin embargo, esta estrategia obliga a atacar a organizaciones terroristas hasta conseguir objetivos que sean asimilables por su base de sustentación electoral, luego de lo cual se ordenará el retiro de las tropas, aun sigan latentes los riegos. Es el momento de presionar a sus aliados para que colaboren en responsabilidad contra esos grupos u organizaciones. De manera que con buena presión se pueden lograr los objetivos sin gastar el dinero de los contribuyentes.

Sin embargo, esas técnicas no parecen ser tan buenas. Porque si bien consiguió tener conversaciones con el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, las cosas se complicaron y se estaban saliendo de control. Concomitante también se salía de control el diferendo comercial con China y en busca de torcer el brazo a Xi Jimping elevó los aranceles como nunca antes a los productos de China e invistió con todas sus fuerzas a la empresa Huawei, gigante china de las telecomunicaciones. De manera estratégica Xi visitó a Kim en Pyongyang. El metamensaje fue: si es parte de tu plan mantener prendida a tu base de apoyo electoral “solucionando” el diferendo con Corea del Norte, tienes que ser más respetuoso con China.

Entonces, dado que Trump está en precampaña electoral, ha tenido que elegir como prioridad su anhelo de ser en la historia estadounidense el presidente que resolvió la cuestión de Corea del Norte y en la cumbre del G-20 pactar con Xi Jinping, un receso en la guerra comercial, lo que lo llevó el pasado 30 de junio, a viajar de Osaka en Japón, a la Zona Desmilitarizada, la franja fronteriza entre las dos Coreas, para reunirse con Kim y relanzar las negociaciones. Mostrando la imagen de poder que su base atesora.

En lo que respecta a la República Islámica de Irán, Trump ha calificado como muy malo el acuerdo nuclear negociado por la administración Obama con Teherán y en ese sentido ha puesto la presión máxima y la fuerza de las sanciones para sentar al gobierno de Hasán Rohani a renegociar el citado acuerdo. Empero, lo que empezó bien, se le complicó, al tener este conflicto la potencialidad de convertirse en uno armado, regional, prolongado y complejo, algo que el rehúye y más en tiempo de precampaña electoral. Entonces Trump cambia y decide aplicar otras medidas.

De estas líneas se desprende que Trump está de manera permanente comunicando un mensaje a su base de apoyo a la que le ha hecho promesas y a la que le quiere demostrar que es un hombre de palabra y que para él lo más importante son los intereses estadounidenses. También diferenciarse de los anteriores presidentes deshaciendo sus políticas y malos acuerdos y volviendo a posicionar la reputación de Estados Unidos en el mundo, porque cuenta con todo tipo de estrategias para presionar: romper pactos, aplicar aranceles, sanciones y amenazar con la fuerza militar. Si bien, no siempre le sale bien y muchas veces tiene que corregir, aun en ello hay una prioridad, lo que nos lleva otra vez al mensaje permanente que envía a su base de apoyo que le permite ser percibido como alguien que pese a todos los inconvenientes que se le presenten, seguirá cumpliendo su palabra.     


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